miércoles, 26 de junio de 2013

Ganadores del concurso del cuento

Primer lugar:  Regina Melo

EL PAYASO, LA LINTERNA Y EL VOLCÁN

Vago Viloro nació en Pernambuco, Brasil, cuando era niño sabía las historias de Don Quijote por las caricaturas, que siempre traían una parodia. Vago Viloro se divertía demasiado, estaba encantado! Desde entonces, siempre soñaba con viajar con Don Quijote, en verdad es que tampoco importa mucho constatar ahora la exactitud de todas esas evocaciones. Lo que importa en realidad es contarles el gran sueño de Vago Viloro: conocer y andar por las catedrales de Quito!

Viloro antes de ser payaso, era un científico y actor. En la vida del actor conoció y se enamoró de la poesía dramática de Angélica Liddell. Dicen que desde hace algún tiempo que él, así como la poeta  creyó que el mundo es "colorido por fuera y podrido  por dentro" y necesitaba con urgencia un nuevo mundo, o tal vez, un conocido caballero errante, que quisiera hacer realidad un mundo de ensueño donde la justicia, la paz y el amor fueran la fantasía de que moviera a todo en absoluto.

Algunos dicen que él siempre prefería caminar en la dirección opuesta: la calle, la moda, las costumbres, la historia. Le gustaba vestirse de rosa y blanco y una flor en la solapa, y siempre con una linterna en la mano, ya que uno nunca sabe cuándo va a encontrar a una persona oscura. Para él, la linterna era su espada. La “espada linterna” nunca era utilizada en contra de nada, sino a favor de: la honestidad, la alegría, la autenticidad, la creatividad, y sobre todo de la irreverencia. Le gustaba decir que la linterna era para ver el mundo en vivo y a color, era mágica, porque a partir de sus luces era posible tener otra mirada del mundo. “Libertad, libertad, lanza sus pétalos, rayos y cenizas sobre nosotros!” Esa era su insignia.

Misterios de la vida, el azar, la suerte o lo que sea, una amiga de “Vago Viloro” fue a vivir en Quito. Ella estaba encantada con los payasos y de niña soñaba con un payaso que le enseñara a escupir fuego a los pies de un volcán,  que para ella era lo más extravagante, desafiante e irreverente del mundo. Los dos trabajaron juntos por algún tiempo atrás, e hicieron una promesa casi bíblica: “antes de que el mundo se termine, seremos libres”.

Pasó el tiempo, y un día Vago Viloro fue a visitar a su amiga. Fue a realizar su sueño: finalmente conoció Quito. En la escuela le dijeron que el Centro Histórico de Quito había invaluables iglesias, capillas, monasterios conventos coloniales, plazas, museos, construcciones republicanas y una interesante arquitectura de inicios del Siglo XX. Al llegar a Quito, Viloro le pidió a su amiga que lo llevara a la Iglesia de San Francisco. Seguramente  creía que iba a encontrar a Cantuña y cuando ló encontrara encenderìa su linterna para que nunca más necesitara hacer un pacto con el diablo.

 Según la leyenda dice que “en tiempos de la Colonia, un indio llamado Cantuña se comprometió a construir el atrio de la iglesia de San Francisco. Una noche, antes del plazo estipulado, Cantuña desesperado pactó con el diablo para que culminase la obra antes del amanecer. Como pago le daría su alma. Miles de diablillos trabajaron sin descanso, pero no alcanzaron a colocar la última piedra. Así se salvó el alma de Cantuña.”1

Firme en su propósito llegó con su linterna en la mano, “Vago Viloro” entró en la Iglesia de San Francisco buscándolo,  llamándolo y gritándole. Se sentía como un caballero andante que luchaba contra los gigantes y dragones, hasta que se dio cuenta de que el pobre diablo fue víctima del astuto de Cantuña.  Cuando apareció el iluso diablito le dijo: Señor Vago Viloro, no soy malo como usted piensa. En realidad, yo envidiaba a Cantuña por tener el pelo ondulado, ya que fue elegido por el santo y lo llevó a conocer todas las cosas del mundo y siempre pensaba “en el caso de que me hubieran llevado a mí, yo tendría el pelo ondulado”.

El payaso andante al no encontrar ninguna evidencia, ningún rastro de gigantes y dragones decidió buscar a su amiga y llevarla para realizar el sueño de ella y partieron los dos para el punto más alto de la Cordillera de los Andes: el volcán Chimborazo.

Vago Viloro le dijo a su amiga que Chimborazo es la montaña más alta del mundo, más cerca del cielo o del sol. Se fueron armados con la linterna, el alcóhol, el fósforo, bicicletas  en lugar de caballos.

Subieron, exploraron las faldas del volcán, comieron hielo, rieron y escupieron fuego. Inocente como un juego de niños, corriendo, uno con la linterna y el otro escupiendo fuego TOWANDA*! Subieron a lo más alto de la cumbre, porque creyeron que la linterna y el fuego escupido  derretirían el hielo y no sentirían frío.

Se acostaron cansados. Sentían que el frio intenso les hacía perder el  movimiento de las  piernas, de los brazos, ya no podían moverse. El payaso encendió su linterna iluminando el cielo y habló con su amiga “sin brazos y sin piernas mi cuerpo parecerá un cohete y vosotros seréis las estrelas”. Nada más irreverente para ellos que ese momento. Se sintieron libres y felices. La esencia sagrada de cada uno estaba allí, presente, viva, se dieron las manos y se hundieron en sí mismos, en el infinito, en el cielo, en  el fuego, en la luz, en la vida, en el cosmos!

Al payaso desafiante le habría encantado subir a la Torre Eiffel, dar un beso a la Monalisa, jugar con el soldadito de plomo, subir a la pirámide del Louvre, montar a los caballos de la Reina, bañarse en el lago, orinar en los árboles del Voldenparkem Amsterdam y a Cantuña ayudarlo a deshacerse del diablo... pero se encontró en la cabeza del hielo, el volcán Chimborazo, señor de los señores.

1. Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/quito/leyenda-Cantuna-cuenta_0_559744172.html. Si está pensando en hacer uso del mismo, por favor, cite la fuente y haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. ElComercio.com

*Towanda era el grito de guerra de la actriz Cathy Bates en la película "Tomates verdes fritos". En la película gritar "towanda" era su forma de enfrentar la adversidad y seguir adelante, devolviendo cada golpe de la vida.
 
 

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